VENEZUELA (AndeanWire, 05 de Mayo de 2016) Sujeta a fuertes controles en su actividad y limitada en cuanto a la capacidad de maniobra frente a los retos planteados por la situación económica, la banca venezolana luce en ocasiones como indefensa ante el entorno.
En una economía afectada por una fuerte recesión, aunada a un pronunciado fenómeno inflacionario, la banca no se escapa a los efectos negativos de la situación general del país.
Entre los mecanismos tradicionales utilizados por el sector financiero para equilibrar sus ingresos está el manejo de las tasas de interés, proveniente de la cartera de créditos, pero en el país se mantienen unos topes regulatorios establecidos en este ámbito por el Banco Central, colocando máximos por el lado de las tasas activas pero mínimos en lo referente a las tasas pasivas.
Debido a estos límites, el diferencial entre las tasas activas y pasivas -conocido como spread-, del cual se desprende la principal ganancia que obtienen las instituciones como intermediadoras en el manejo del dinero, permanece prácticamente congelado y con mayores probabilidades de disminución.
Otra fuente efectiva de ganancias con que cuentan los bancos, el cobro de comisiones por la prestación de los servicios que le son propios -emisión de chequeras, tarjetas, apertura y mantenimiento de cuentas y fondos, comisión por el uso de telecajeros distintos a los de su banco, entre otros-, también se encuentra limitada por fuertes controles prolongados a través de los años.
Esta limitación en los ingresos constituye sin duda una amenaza para un sector que ya está siendo afectado por situaciones típicas en entornos inflacionarios.
El manejo del efectivo, por ejemplo, se le ha ido transformando en un dolor de cabeza a las entidades financieras hasta reportar la segunda mayor causa de erogaciones traducida en los costos de transporte.
Debido a la baja denominación de los billetes y la alta liquidez demandada por el público ante la elevada inflación, el servicio de transporte de valores se requiere cada día con mayor frecuencia e intensidad.
La demanda por despachos de dinero fresco hacia las redes de sucursales, taquillas y cajeros automáticos ha sido de tal magnitud, que ya existen algunos terminales automatizados en zonas remotas que no han podido ser abastecidos y quedan fuera de servicio por lapsos indefinidos.
Al mismo tiempo, los constantes decretos de alzas salariales, derivados de la inestabilidad macroeconómica, inciden directamente en los gastos operativos e indirectamente a través del alza de los costos de los servicios requeridos por el sector, ya que existen numerosas fuentes de empleo indirecto asociadas a la actividad bancaria.
Todo esto sin incluir el impacto negativo que tienen las gavetas y las distintas obligaciones de financiamiento documentadas a través de títulos públicos, además de la incidencia del alza impositiva y del alto encaje legal.
Dado este panorama, puede resultar conveniente plantear cierta flexibilización en los tarifarios de las instituciones. Un grado de racionalización en el cobro de comisiones puede aliviar las estructuras de costos hasta cierto punto, sin que sea necesario, en lo inmediato, subir los límites de las tasas activas referenciales.
El sistema todavía puede adaptarse aún en medio de las dificultades, pero requiere una evaluación técnica elaborada a tiempo, que garantice la viabilidad del negocio bancario y resguarde la prestación de este importante servicio para toda la población y la economía del país.
Fuente Banca y Negocios